Nuestra visita por Panamá la llamaríamos… fugaz. Pero a decir verdad en tan solo una jornada de estadía pudimos llevarnos una imagen asombrosa, de un país con fuertes raíces culturales y a la vez, empapada del mundo moderno.

Rápidamente saliendo del aeropuerto, abordamos un metro bus que con tan solo 0,75 centavos de dolar, nos permitio recorrer parte de la ciudad hasta llegar al Canal de Panamá. En solo 40 minutos pudimos conocer esta magnífica mega construcción del hombre.

El canal es un medio fundamental de comercio, al conectar el Océano Pacífico con el Océano Atlántico. Esto lo convierte en una vía de tránsito corta y barata para los barcos encargados de transportar mercancías. Cuenta con 80 kilómetros (50 millas) de largo desde las aguas profundas del Atlántico hasta las aguas profundas del Pacífico. Y el tiempo promedio que un barco requiere para transitarlo, es de 8 a 10 hs

Para su funcionamiento se construyeron un sistema de esclusas que hacen de elevadores de agua: suben las naves desde el nivel del mar (ya sea Pacífico o Atlántico), hacia el nivel del Lago Gatún (26 metros sobre el nivel del mar); así, los buques navegan a través del cauce del Canal, en la Cordillera Central de Panamá.

Abonando una entrada con un costo de 20 dolares, se puede acceder a un edificio donde con una vista panorámica, esta obra no dejará de asombrarte. También el acceso te permite recorrer un museo con la historia de su construcción y comprender su funcionamiento.

Realmente impresionados por esta magnifica obra, y habiendo disfrutado del privilegio de ver en vivo el paso de algunos barcos por sus aguas, partimos rumbo al casco antiguo de la ciudad.

El Casco Viejo, como se hace llamar, es el nombre que recibe el sitio adonde fue trasladada en 1673 la ciudad de Panamá. Fue trazada de forma reticular hacia los cuatro puntos cardinales, y cuenta con plazas y pintorescas calles pavimentadas con ladrillos y rodeadas de edificios coloridos. Es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Comenzamos el recorrido visitando la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Panamá ubicada en la Plaza Mayor, además de la Iglesia de San José, famosa por su increíble altar dorado. Recorriendo llegamos a la Plaza de Francia, un hermoso sitio que rinde homenaje a la participación francesa en la construcción del Canal de Panamá. La plaza también alberga Las Bóvedas, un monumento que alguna vez fue utilizado como defensa contra los ataques piratas.

Y siendo testigos de un mágico atardecer por el Paseo Esteban Huertas, nos sentamos a descansar con la vista imponente del horizonte y la bahía de la ciudad.

La verdad es que no queríamos  abandonar tan rápido este hermoso país, por que nos faltaba mucho por descubrir, pero sabíamos que el aeropuerto nos esperaba para seguir con nuestro viaje. Así que con la llegada del Uber que habíamos llamado, comenzamos nuestro regreso. En ese trayecto y desde el auto, pudimos ver los magníficos edificios que le dan el sello de modernidad a la ciudad, con magestuosas torres que hasta nos hicieron recordar alguna zona de Dubai.

Si hablamos de pendientes para conocer Panamá, nos quedaron muchos: su zona de metrópolis moderna, sus playas y el vínculo cercano con los panameños para conocer sus costumbres y forma de vida. Pero sobre todo, disfrutar de una noche de diversión en las Chivas Parranderas. Esos autobuses transformados en un salón de fiestas móvil. Si bien dicen que el 60 % de sus clientes son panameños, cualquier viajero que se jacte de serlo no puede dejar de vivir esa experiencia. Existen tres empresas que desarrollan este tipo de entretenimiento nocturno y son La Chiva Parrrandera, La Chiva Rumbera y La Chiva Pachanguera.

Se trata de autobuses de los utilizados para transporte público, conocidos en Panamá como “Diablos Rojos”, con una serie de modificaciones como la extracción de uno de sus laterales, instalación de cadenas de seguridad, luces, color, música y diversión asegurada. Ya regresaremos para contarles la experiencia!